Secretos Y Destino Incierto

Intensa, no te esperas el final...

En la oscuridad y el eco nocturno se escuchaban otros pasos que no eran los de sus tacones. Mientras más aligeraba el paso más tronaban en el suelo las botas del desconocido. Ella solo pensaba en la conversación de sus colegas secretarias en la mañana, la de un musculoso, fuerte y desalmado violador, que rondaba los callejones a altas horas de la noche para degustar nuevas víctimas. En su aturdimiento por la idea, ella solo quería encontrar un lugar donde esconderse, no podía culparse de la hora de salida del trabajo, pues su jefe la había obligado a quedarse hasta tarde.

Qué difícil es intentar correr en tacones, falda ajustada y chaqueta, sin pensar en el enorme bolso que cargaba por simplemente estar a la moda. A pesar de sus cuenta y tantos años, ella cada año se veía mejor; piel firme, cabello largo, color azabache y sedoso, ojos almendrados color miel y unas largas, bronceadas y torneadas piernas que creaban deseo en los hombres y envidia en las mujeres.

Al final de la calle ella divisó un callejón, hace como 5 minutos no escuchaba las dobles pisadas a sus espaldas, solo quería encontrarse en un lugar donde pudiera estar sola, casi corriendo doblo a su derecha y entro en el callejón, una decisión no muy inteligente, la cual pudiera lamentar... Sintió como unos enormes brazos la abrazaban fuertemente, la mano izquierda del desconocido le arropó la boca, impidiéndole gritar, y la mano derecha... la más peligrosa, empuñaba una daga, plateada como los rayos de la luna y larga, como lo sería esa noche.

"Si gritas te mato y no solo eso; si no que tendré que divertirme con tu inerte y helado cuerpo luego y eso no es muy excitante," le susurro al oído una voz ronca y helada. "Se una buena chica y puede que vivas para contarlo." Su mente solo estaba en blanco, no podía pensar en nada, su instinto le decía a gritos que se impusiera ante aquel hombre pero su cuerpo no le respondía. "Vamos chiquita, disfruta con migo y verás que la pasas bien," decía aquella voz desalmada mientras iba escurriendo sus sucios y ásperos dedos por sus piernas, ascendiendo lentamente hasta llegar a su falda y mas allá.

Con la daga arrancaba los botones de su chaqueta uno a uno hasta dejar su sostén de encaje negro al descubierto... y así con daga en mano desgarró su sostén y sin preámbulo alguno comenzó a lamer, chupar y morder los pezones de la mujer, sin compasión. Colocó su daga en su bolsillo trasero para tener ambas manos libres, y así decidió eufórico palpar el sexo de aquella nueva mujer. Comenzó a masajear, fuerte pero con cautela su concha completa, esperando una líquida señal para comenzar a penetrar sus dedos.

Simultáneamente agarraba y chupaba sus pechos, ella podía ver que todo lo que estaba ocurriendo excitaban tanto al hombre hasta el punto de ver su enorme falo erecto debajo de su ropa. El miedo la invadió completamente o eso fue lo que ella pensó... Comenzó a sentir un fuego intenso en todo el cuerpo y sus músculos ya no estaban tan tensos, volvió a ojear al hombre que la atacaba y al verlo tan excitado su flor, ahora abierta, dio la señal. En ese momento el violador sintió los tibios deseos de la mujer bajando por sus dedos.

El no perdió el tiempo... "Voltéate, pon las manos en la pared y agáchate como la perra que eres."

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¿Es normal que las mujeres no tengan orgasmos vaginales?

La mujer obedeció, y esta vez supo que obedecía no por miedo sino por placer. El hombre abrió con ambas manos súbitamente sus labios y ella gimió suavemente de placer, riachuelos de dulce miel fue lo que el hombre pudo observar, extendió su lengua y suavemente por primera vez, lamió su sexo de arriba hacia abajo, probando y degustando aquella hermosa fruta ante él. No le tomo mucho en encontrar la perla mágica que hace que las mujeres se vuelvan esclavas, y la chupo fuerte pero delicadamente lleno de pasión y euforia, y a la misma vez haciendo movimientos rítmicos con su lengua.

"Estoy enferma," pensaba la mujer mientras aquel violador la hacía sentir como toda una diosa del Olimpo y ella gemía con mas fuerzas del placer.

No pudo mas... el violador descubrió su enorme pene, "chúpalo ahora," dijo con voz firme pero lujuriosa.

Ella no podía pensar mas, estaba extasiada y aquel ejemplar con cabeza rosa y brillante la llamaba a probarlo. Lo agarró firmemente en sus manos y lo metió en su boca, dio varias lamidas antes de comenzar con el rítmico vaivén de su cabeza y succiono aquel líquido, el que sale antes de un buen final.

"Detente perra," ella se detuvo.

El la volvió a colocar con las manos en la pared y agachada, subió su falda y la penetro. El parecía un animal, se podía escuchar su respiración agitada, sus bufidos y con cada embestida sus gemidos roncos de placer, los que se mezclaban con los gritos y gemidos de su víctima."¡Más rápido, más fuerte!" gritaba la mujer y entre embestidas y gritos ocurrió una erupción volcánica llenando de calor el callejón y dejando un rastro de lava caliente en ambas personas y en el suelo. 

El violador cayó al suelo rendido, mientras la mujer exhausta pero complacida se incorporo, extrajo de su bolso, el cual había estado olvidado y tirado en el suelo, servilletas de papel y se limpió con desprecio y arrogancia los rastros del hombre. Arreglo su cabello, sin prisa, se estiró la falda y al ver su chaqueta destrozada, suspiró profundo, se dirigió hacia el hombre lo abofeteo fuertemente y le dijo:

"¿Eres un completo inútil, sabes cuánto me costó esta chaqueta? La vas a tener que pagar de tu salario, imbécil."

El hombre respondió, atemorizado y titubeando, "¿no querías que fuera lo mas realista posible, Deborah?"

Deborah rió a carcajadas, frías y sin sentimientos, "claro que lo quería Rufo, pero eso no significa que los esclavos deben pisotear a sus amos. Recuerda lo que eres perro insignificante, en la oficina eres mi jefe pero en el mundo no eres más que mi mero esclavo, que no se te olvide ni tan solo un momento. Vives para hacer cumplir mis deseos, si mi deseo era esta fantasía, la cumples, ¿y si mi deseo es que me beses los pies?"

"Te besare los pies mi reina," Rufo se agacho y le beso los pies a Deborah, esta le dio la espalda y comenzó a caminar tan arrogante e impetuosa como era su real personalidad. Rufo gritó en la oscuridad, "ya entiendo porque te dicen Deborah la devora hombres."

Ella se detuvo en la oscuridad miro por encima de su hombro y la luz de la luna llena, se reflejo solamente en sus ojos, y estos eran diabólicamente amarillos; su risa malévola solamente dijo: "Todos tenemos secretos en las tinieblas. Que entes fantasmagóricos te asechan desde ellas, ¿que escondes tu?”

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