Pecado

Una madre es arrastrada a la consumación del incesto…

Antes, era habitual que mi hijo cuando entraba a la cocina, por ejemplo y me veía lavando los platos, me pegara una nalgada o un pellizco en mi trasero, como saludo o simplemente porque sí, incluso algunas veces me tomaba de la cintura y me apoyaba contra él, dándome algún beso en el cuello, nunca sentí esas cosas como algo sexual. Pero después de su casamiento y rápida separación, volvió a casa y esos toqueteos comenzaron hacer más frecuentes, incluso apoyándose contra mí, me agarraba por detrás y con la mano completa tocándome el culo, me decía lo buena que estaba.

Un fin de semana, cerca de las tres de la mañana, siento que mi hijo llega a la casa. Yo ya dormía desde hace horas. Sabía muy bien que venía con unas copas de más, como siempre, pero esta noche fue diferente. Sentí cuando paso por fuera de mi cuarto, entrando al baño, para luego ir a su cuarto. Pero como a los diez minutos, siento que alguien se está metiendo a mi cama.

“¡Que haces!”

“Tengo frió… ¿me puedo acostar contigo?”

“Estas pasado a alcohol, acuéstate en tu pieza será mejor”

“No seas egoísta… tengo frió… Si quieres me lavo los dientes y vuelvo.”

“No, quédate en tu cuarto no más.”

“Ya no seas a si… mala madre con tu hijo que tiene frió, pobrecito.”

Se levanta, lo escucho lavarse los dientes y nuevamente se mete a mi cama, abrazándome por detrás. Hacía como cinco años que no se metía en mi cama y de verdad la noche estaba helada, así que no le di mayor importancia a sus manos heladas en mis piernas. Él siempre dormía solo con ropa interior y en invierno a pesar del frió, igual solo se ponía una camiseta vieja para dormir. Después de varios años viuda era extraño sentir la presencia de alguien en mi cama, abrazándome, y más sentir que su mano me acariciaba la pierna por sobre mi pijama. De repente, en un movimiento, el me mete la mano por dentro de la tela y la deja en mis piernas.

“¡Estas helado¡”

“Así se me calientan más rápido las manos.”

Sentía las caricias de mi hijo en mi pierna desnuda, todo su cuerpo apoyado contra mi espalda. Pero luego comencé a sentir algo más. Sentí como su miembro se estaba poniendo poco a poco más grande y duro, apoyado contra mis nalgas. La sensación me puso algo incomoda y me corrí un poco, pero él se corrió conmigo, apoyándolo más fuerte aun. El respiraba pausadamente como tratando de conciliar el sueño, pero yo, con eso ahí, me sentía rara, incomoda, intranquila.

No pensaba que mi hijo se estaba excitando conmigo, sino más bien pensé que era producto del alcohol, y la reacción instintiva normal del roce de su pene al estar tan apoyado contra mí, pero ese bulto seguía poniéndose cada vez más grande y más duro, hasta que pude sentirlo clara y completamente. Hacía muchos años que no sentía un pene y menos en esa condición apoyado contra mi cuerpo. No era que me estuviese excitando, pero si sentía una sensación rara que no me molestaba, además la temperatura de mi hijo ya había subido y estaba muy acogedora con su cuerpo apoyado detrás mío. Luego su mano salió de mi pierna y se puso en mi vientre. Era rico sentir el calor de esa mano, que con suaves caricias me acariciaba el vientre. Pero esos movimientos poco a poco iban subiendo hasta que comenzaron a rozar el comienzo de mis pechos.

Muchas veces cuando me tomaba por detrás en la cocina, me los había apretado y manoseado, pero como juego, siempre brusco, incluso hasta hacérmelos doler, sin embargo esto era distinto, con mucha suavidad me acariciaba por debajo de ellos, subiendo lentamente hasta dejar mi pecho completamente en su mano. Las caricias continuaron y mis pezones reaccionaron a tales caricias. Sus dedos comenzaron a acariciármelos suavemente haciendo que estos crecieran aún más. Quise detenerlo y le traté de sacar la mano, pero él la dejó ahí y con la fuerza que él tenía no logré moverla ni un centímetro.

Esas caricias continuaron, siempre suaves, y aunque me tenían muy nerviosa, me gustaba sentir sus manos ahí y le dejé que continuara. Pero la presión de su mano, cada vez me las apretaba más fuerte y reconozco que ya comenzaba a excitarme. Pero era mi hijo, no podía pensar en él como hombre, aunque mi cuerpo hace años que pedía a gritos estar con alguien. Desde que su padre nos dejó nunca estuve con nadie más, de hecho su padre fue el único hombre con el que yo había estado. Pero esto no podía ser, así que haciendo un poco más de fuerza, logré que su mano bajara nuevamente hasta mi vientre. Sin embargo sus suaves caricias no se detuvieron ahí y con movimientos circulares, acariciándome el vientre, poco a poco fueron bajando, hasta que en un movimiento de sus manos, estas llegaron a tocar el comienzo de mis vellos púbicos.

Nuevamente mi mano se colocó sobre la de él, tratando de subirla, pero la mantuvo firme, jugando con sus dedos sobre mi vellosidad. La situación ya estaba pasando de los límites permitidos, y comenzaba a sentir que su cuerpo lentamente se movía detrás de mí frotándose contra mi cuerpo y aumentando el ritmo de su respiración. Sabía muy bien que mi hijo se estaba excitando con su madre y tenía que ponerle fin a todo esto, así que usando todas mis fuerzas, logré otra vez que su mano volviera a mi vientre, pero solo por un minuto, ya que nuevamente la bajó, y esta vez más abajo, rozándome mis genitales.

“¡Hijo! ¡No!” Casi le grité tratando de sacar su mano de ahí. Pero su fuerza me sobrepasaba con creces y sus dedos comenzaban a explorar mi sexo.

Por más que intentaba sacarla de ahí, él más me tocaba, hasta que uno de sus dedos, comenzó a penetrarme. Estaba desesperada, era mi hijo el que estaba ahí detrás con su mano completamente en mi sexo, con su verga erecta apoyada contra mi cuerpo. Mis esfuerzos por zafarme eran inútiles, y él ya me tocaba descaradamente y me frotaba su verga fuertemente en mis nalgas. Sentía su dedo entrando y acariciándome, haciéndome sentir un éxtasis que hace mucho no sentía, haciéndome sentir mujer nuevamente, pero aun forcejeando para que me dejara.

En un rápido movimiento de su otra mano libero su gruesa verga, para nuevamente, ahora con su miembro desnudo, punzar mis nalgas y luego introducirla entre mis entrepiernas. Sentí miedo, sabía que si él me quería penetrar por la fuerza, ninguna súplica, ningún esfuerzo mío podría evitarlo. Mis suplicas de que se detuviera no eran escuchadas y masturbándome con su grueso dedo, y con su verga dura entre mis piernas, entrando y saliendo de ellas, me tenía completamente mojada. Por un momento me dieron ganas de entregarme completamente a mi hijo, sentir ese duro pedazo de carne que tenía entre mis piernas, dentro mío, muy dentro mío. Sentirme mujer, sentirme llena de verga, entregarme al placer que sabía muy bien que él podía entregarme, pero con todas mis fuerzas, físicas y mentales trataba de que eso no pasara.

Su erecto y grueso miembro aprisionado entre mis piernas y mis nalgas, se movía tal cual como si me estuviese penetrando. Tan solo la delgada tela de mi pijama me separaba del contacto de su piel, pero la sensación era increíble, mientras su dedo intruso, dentro de mi mojada concha, me estaba volviendo loca. Ya mis fuerzas se acababan y mi voluntad estaba punto de ceder, y la sesudo penetración continuaba, hasta que él con su miembro encajado allí donde mis dos piernas se juntaban comenzó a moverse más y más rápido, y masturbándome también más rápido aun, eyaculó un potente chorro de semen, muy caliente, que dejó completamente mojado mi pijama y gran parte de las sábanas.

Solo una fracción de segundo y una pizca de cordura, evitó que yo llegara al orgasmo junto a él.

Por unos minutos su mano continuó dentro de mí y al igual que el movimiento de su verga frotándose contra sus restos de semen en el mojado pantalón de mi pijama, hasta que con un largo suspiro, dejó de moverse y me sacó el dedo de mi vagina. Solo ahí recién pude liberarme de su abrazo. Me levanté de la cama muy rápidamente y él quedó ahí, con los ojos cerrados, ya prácticamente dormido. Con el corazón casi saliéndose de mi pecho, me fui al baño y cerré la puerta. Aun no podía asimilar lo que había vivido.

Instintivamente mi mano se fue al interior de mis piernas, sintiendo lo mojado del pantaloncillo, mezcla de su semen aun tibio y mis fluido vaginales que me había hecho escurrir. Al sacarla restos de semen quedaron en mi mano y lo quedé mirando. Hacía muchos años que no tenía contacto con este líquido, y menos el de mi hijo. Sin pensar lo que hacía me llevé la mano a mi nariz y aspire su olor. Era olor a hombre, olor a sexo, era semen recién eyaculado de la verga de mi hijo, y ahora estaba en mi mano, un olor, casi olvidado por mi olfato, que me comenzó a volver loca. Entre nuevamente a la habitación. Él dormía profundamente como si nada hubiese pasado. Saqué de mi closet un nuevo pijama y me fui a dormir a su cuarto.

Me cambie la prenda y apagando la luz me acosté, recordando cada segundo de lo vivido. Nos sabía cómo enfrentar esta situación, era pecado lo que él había hecho conmigo y quizás yo también era pecadora al haberme excitado. Pero sus caricias me tuvieron loca por varios minutos y a punto de acabar. Mi corazón aun no dejaba de latir, y aunque me había lavado las manos, su olor aún permanecía ahí. Cada caricia de él las recordaba perfectamente, su mano en mi sexo, su miembro erecto entre mis piernas, era pecado pero fue exquisito, y sin darme cuenta mis manos estaban entre mis piernas presionando mi sexo, recordando lo vivido. Hacía mucho tiempo que no me masturbaba, pero hoy mi cuerpo lo pedía a gritos.

Como una puta en celo, tiré toda la ropa hacia atrás, me saqué el pantalón y con mis piernas completamente abiertas, comencé a mastúrbame frenéticamente. Un estremecimiento de placer invadió mi cuerpo, quería más y más. Hasta que me levanté y tomé mi mojado pantalón de pijama y lo restregué en mi cara, sintiendo su olor, su semen, mientras con mis dedos, me acariciaba rápidamente mi clítoris. No demoré en alcanzar el orgasmo y justo en ese momento, mientras apoyaba mis piernas en la cama, y levantaba en alto mi sexo, no supe como el pijama estaba en mi boca y comencé a lamer los restos de semen que en el quedaban. Acabé monstruosamente, como no recuerdo nunca antes haberlo hecho. Con mi orgasmo salió un chorro de jugo por mi sexo y mis gemidos solo fueron apagados por la tela de mi pijama que permanecía en mi boca.

Ya desahogada, luego de mucho rato de estar así, relajada y desnuda de la cintura para abajo en la cama de mi hijo con su pijama aun en la cara, me coloqué ese mismo pijama mojado y conseguí dormirme, sin saber que pasaría el día de mañana. Hacía muchos años que no dormía tan bien. Me relajé tanto que no me di cuenta de la hora, además que la pieza de mi hijo es mucho más oscura que la mía. En seguida recordé todo lo vivido la noche anterior, cada uno de los eventos. Me quedé mucho rato acostada, pensando en lo sucedido, como enfrentar a mi hijo y la verdad, nada se me ocurría. Me levanté, me dirigí a mi pieza y me quedé parada afuera unos minutos tratando de tomar el valor para entrar.

Al hacerlo, vi que mi hijo dormía profundamente. Me quedé mirándolo y tratando de asimilar lo que había pasado. No podía entender como mi hijo había sido capaz de hacerme una cosa así. Saqué algo de ropa y me fui a bañar. Bajo el agua caliente, pensaba que sucedería ahora, por un lado tendría que hacer algo, hablar con él sobre lo que había pasado, y dejarle muy claro que lo sucedido no se volvería a repetir, pero eso solo eran palabras de madre, porque como mujer me sentía completamente diferente. Sentía el calor en mi interior y un cosquilleo entre mis piernas que no cesaba. Como madre me moría de vergüenza, pero como mujer, me moría de ganas de que se repitiera.

Salí de la ducha y me vestí ahí mismo, cosa que nuca había hecho. No quería que mi hijo me viera en toalla. No sabía tampoco cómo sería la reacción de mi hijo, quizás estaría muy arrepentido de lo que había hecho, quizás, solo fue por efecto del alcohol y no recordaría nada, o quizás intentaría algo más ya que había dado los primeros pasos. Me pasaban muchas ideas por mi mente pero no lograba concluir nada. El no despertó si no cerca de la hora de almuerzo. Sentí cuando se levantó y luego entró a la cocina cuando yo preparaba el almuerzo.

“Hola viejita… buenos días,” dijo pasando por detrás mío, dándome un abrazo corto, con un beso en el cuello y una nalgada.

Eso era algo natural que hacía cuando se despertaba de buenas, yo solo pude contestar a duras penas, "Buenos días."

Él sacó un jarro de jugo y lo bebió directamente del jarro, con la puerta del refrigerador abierto. Y luego se fue a bañarse, como si nada hubiese pasado. Almorzamos y la conversación por parte de él, fue lo más natural, realmente como si nada hubiese pasado la noche anterior. Yo por mi parte no encontré las fuerzas o la forma de tocar el tema y todo, quedó en nada. Así pasaron los días y todo volvió a ser como antes, al menos para él, porque yo recordaba cada noche en la soledad de mi cuarto como si recién hubiese vivido todo lo que pasó. Los días siguientes fueron un suplicio. Cada noche me imaginaba que él entraría en cualquier momento a mi cuarto y se acostaría nuevamente en mi cama, incluso esperaba con ansias el día viernes o sábado cuando por lo general él llegaba con una copas demás.

No me importaría su aliento a alcohol, pensaba, solo quería sentirme nuevamente tocada por sus manos, sentir nuevamente su semen caliente entre mis piernas o quizás su miembro dentro de mí. Pero no, nada de eso ocurría, solo sus toqueteos y manoseos usuales mientras yo cocinaba o planchaba, pero que ahora eran recibidos de una manera distinta. Esperaba que él entrara y me tocara con sus manos. Aunque solo eran fracciones de segundos, sus varoniles manos apoyadas en mis nalgas eran como un golpe de electricidad que me recorría todo el cuerpo.

Mi cuerpo había despertado de un gran letargo de cinco años y me pedía sexo a gritos, esa era la verdad, y mis masturbaciones se fueron incrementando de una manera increíble. Mientras me duchaba, pensaba en las manos de mi hijo y sin poder aguantar las ganas, terminaba tocándome yo misma, alcanzando en pocos minutos intensos pero silenciosos orgasmos, al igual cuando me encerraba en el baño hacer mis necesidades, o en la soledad de mi cuarto antes de dormir. Incluso comencé a hacer locuras que nunca se me hubiesen imaginado. Al recoger sus ropas, buscaba su ropa interior y olorizaba el lugar donde había estado la verga mi hijo durante el día, excitándome al sentir su aroma, o de repente, con mucha suerte, como quien encuentra un tesoro, sacaba su slip de la ropa sucia, manchados con semen quizás de algún sueño erótico que culminaba en una polución nocturna, y que terminaba casi por completos metidos en mi vagina, buscando saciar mis ganas.

Así pasaron los días y las semanas. Yo sabía muy bien que mi hijo era un mujeriego y que las mujeres le sobraban. Muchas veces fui su cómplice en ocultar a alguna muchacha sus salidas con otras. Sabía muy bien, que su vida sexual era muy activa, por comentarios que siempre escucha uno en el barrio. Además que cuando andaba con alguna muchacha mucho tiempo, él la llevaba a nuestra casa y se encerraban en su cuarto, sabiendo yo perfectamente que es lo que en este pasaba. Ya habían pasado casi cuatro meses desde aquella pecaminosa ocasión. Una noche, ya muy tarde, escucho que él entra a la casa y que venía acompañado de su novia de turno. No podía dormir y me levanté silenciosamente a buscar un vaso de agua a la cocina.

Al salir de mi habitación escuche los sonidos que provenían de la habitación de mi hijo. Sin pensarlo, me acerqué por el pasillo hasta su puerta y apoyé mi oído en esta para escuchar. Los gemidos de ella me excitaron inmediatamente. Se quejaba de una manera brutal, penetrada una y otra vez por mi hijo. Yo sabía muy bien que mi hijo tenía una verga de buen tamaño, que aunque de adulto nunca se la había visto, si la había sentido perfectamente entre mis piernas por sobre la tela de mi pijama, y sabía que era larga y gruesa. Mis manos instintivamente se fueron directo a mi sexo y comencé a masturbarme mientras escuchaba gemir a la muchacha, imaginando que era yo a la que penetraba mi hijo.

La muchacha alcanzó su primer orgasmo casi al mismo tiempo en que yo alcanzaba el mío, pero mi hijo quería seguir. Escuché perfectamente como él le pedía que se diera vuelta, y luego de unos segundos escuché un gran quejido de la muchacha, seguramente cuando mi hijo le volvía a meter su potente cosa en otra posición. Mis dedos entraban y salían de mi mojada vagina, a toda velocidad, aun después de haber acabado, me sentía más excitada, seguía con ganas y mi sexo ardía de calentura. Ya tenía metidos cuatro dedos, completamente en mi vagina y esta pedía aún más. Envuelta completamente en el placer me llevé la otra mano al culo y me comencé a meter un dedo hasta el fondo. Nunca había experimentado tanto placer de sentir algo en mi culo.

No era un lugar virgen, ya que mi marido en algunas oportunidades había entrado con su grueso miembro por ahí, pero solo causándome mucho dolor. Esto era distinto, mi cuerpo pedía más y más. Que ganas de haber tenido otra mano más, para poder haberme apretado también los pezones que estaban durísimos. Con mis dedos completamente dentro de mí, por ambos lados, escuchaba como la muchacha alcanzaba su segundo orgasmo casi llorando de placer. Pero mi hijo no se detuvo y como si nada, le pedía que se colocara en cuatro patas que se la quería enterrar por el culo y acabar ahí.

La muchacha le pidió que no, pero mi hijo no aceptó esa respuesta y a los pocos minutos, la muchacha era penetrada por la verga de mi hijo, por detrás. Los gemidos de ella continuaron ahora quizás ahora con algo de dolor, pero al cabo de un rato nuevamente se transformaban en quejidos de placer. Mi segundo orgasmo llegó como un estallido y comencé a botar gran cantidad de jugos que corrían por mis piernas, aguantando la respiración, para no gritar de placer. Mis dedos no eran suficientes para mi excitada vagina que ya casi se comía la palma de mi mano, mientras el dedo de mi otra mano metido hasta el fondo me hacía imaginar que era el miembro de mi hijo. Escuché a mi hijo que estaba por acabar y la muchacha se quejaba más y más fuerte aun, acelerando más sus quejidos.

¡Que ganas de ser esa joven que estaba ahí en cuatro patas con mi hijo aferrado a sus caderas apunto de descargarse en su interior!

Un gran quejido de mi hijo y un gran alarido de la muchacha, me dio la señal que estaba eyaculando su semen en el culo de la muchacha. Casi podía sentir sus manos apretándome fuertemente contra él y su semen entrando a fuertes chijetes en mi propio culo al mismo tiempo que mi tercer orgasmo mojaba aún más mis piernas y mi mano. Me quedé un rato más escuchando a mi hijo reponerse entre grandes suspiros de él, mientras la muchacha aún se quejaba. Seguramente él seguía metiéndosela por detrás, pero ahora más suave, era seguro que tendría todo el culo lleno de semen, quizás escurriendo por sus piernas, mientras mi hijo continuaba un suave mete y saca.

Con las piernas casi dormidas, por la posición que tenía tras la puerta, me dirigí a mi cuarto. Las piernas me temblaban y estaba completamente mojada en sudor y en mis propios jugos. Mi boca estaba seca, pero no tenía fuerzas de ir a beber agua. Mi corazón latía ya a un ritmo un poco menos acelerado. Lejos había sido la mejor de mis masturbaciones desde que empecé a soñar con mi hijo. Escuché como la joven se retiraba de mi casa a eso de las siete de la mañana, ya había salido el sol y mi hijo ni siquiera la acompañó a la puerta. Tiene que haber sido una de esas muchas chicas que él buscaba solo por diversión.

Todo siguió igual, sin mayores novedades, solo mis deseos crecían día a día, hasta que el destino quiso otra cosa. Era día sábado. El calor era insoportable y ver a mi hijo paseándose en pantalones cortos por la casa, hacía más caluroso ese día. Al fin llegó la noche y pero el calor no se esfumó. Mientras veía televisión, él salió de la casa, seguramente a una de sus muchas noches de juerga, despidiéndose de mí con un beso en la mejilla. Se veía todo un hombre, muy arreglado, con la camisa blanca que le encantaba usar, a la cual yo dedicaba más tiempo al momento de plancharla. Me fui a acostar, el calor de la noche era insoportable y aun con la ventana abierta no podía conciliar el sueño. Eran cerca de las tres de la mañana cuando escucho que la puerta de la reja de calle se abre.

Read this hot story:
Bedtime Stories with Salty Vixen Dirty Mouth & Hungry Audio Erotica Story by Salty Vixen

Me asomé oculta a través de la cortina y veo que mi hijo nuevamente traía una de sus conquistas a la casa. Me extrañó un poco ver que era una mujer claramente mayor que él. Era de cuerpo macizo, quizás un poco gorda pero con buena figura, se notaba bastante madura y de buena situación económica. De pronto me di cuenta que ella se parecía mucho en su físico a mí. Me morí de celos al saber que ella sería la afortunada que recibiría la verga de mi hijo esa noche, pero de todas formas me excitaba la idea de volver a escuchar como mi hijo se sacaría las ganas con ella, con una mujer madura parecida a su madre, a mí, y yo tras su puerta, sintiendo que esa mujer, era yo.

Pero algo pasó y la mujer se resistía a entrar. A final mi hijo, luego de mucho insistir, le dijo una grosería, y cerró la puerta, dejando aquella mujer en la calle. Escuché que entró a la cocina y se calentó algo para comer. Me imaginaba a mi hijo con su calentura frustrada aun contenida en su joven cuerpo e instintivamente pensé que quizás esa noche sería mi noche afortunada y recibiría al fin nuevamente su visita en mi cama. Excitada por esa impúdica esperanza me dije que ya era hora que yo pusiera algo de mi parte para incentivarlo. Prendí la luz y rápidamente me saqué mi pijama de algodón, quedando completamente desnuda y me miré en el espejo. Me sentía muy bien, toda una hembra, caliente, ardiente, mis amplios pechos redondos con sus grandes pezones oscuros muy marcados, aun mantenían cierta dureza.

Yo sabía muy bien que ellos eran mi mayor carta de presentación. Mire mis anchas caderas y mi pubis muy poblado por una mata de vellos negros cubriendo mi vulva ya húmeda que latía de solo pensar en lo que podría pasar. Era seguro que mi hijo querría tener una mujer así, para saciar sus instintos. Busqué en mi cajón un camisón muy delgado, bastante transparente, corto y de color blanco. Rápidamente me lo coloqué y al verme, me sentí toda una puta, me veía hermosa, muy sensual, casi no ocultaba nada de mi cuerpo, ya que lo que no quedaba expuesto, su transparencia lo hacía notar. Pero algo de pudor en mí me dijo que no podía ir con mi sexo al desnudo y opté por ponerme un calzón, el más diminuto que tenía, también de color blanco.

Entré a la cocina y lo vi sentado casi terminando de comer lo que quedó del almuerzo. Lo saludé. Vi y sentí como sus ojos se quedaron clavados en la figura de su madre, y con voz entrecortada, apenas me pudo devolver el saludo. Como una gata, me acerqué al refrigerador y me serví un vaso de bebida. Sentía como sus ojos debían estar fijos en mi culo, incluso me doblé un poco para agacharme a sacar el envase. Mis pezones estaban durísimos, mezcla de la excitación contra el frió que salió del refrigerador. Siento que él se levanta y dejando el plato en el fregadero, pasa lentamente por detrás de mí.

“Bueno viejita… me voy a acostar,” dijo parándose justo detrás de mí, apoyando toda su mano en mi culo casi desnudo, dándome un tremendo apretón: “¡Y déjame decirte que te ves muy bien así!”

Mi mano con el vaso temblaba al sentir su cuerpo atrás y su mano tocándome directamente las nalgas. Quise decir algo, pero las palabras no salieron de mi boca. Estuve a punto de darme vuelta y besarlo, pero mi pudor no me lo permitió. Luego volvió a su cuarto dejándome a la deriva en la cocina. Tuve que volver sola y aún más excitada a mi cuarto, muy molesta conmigo misma por no haber sido un poco más osada. Mi sexo me pedía a gritos que lo tocara, pero aun pensando en que en cualquier momento mi hijo entraría a mi cuarto, me contuve de masturbarme. Debe haber pasado como media hora, y yo no podía conciliar el sueño, me estaba volviendo loca de calentura por mi hijo, y él no se daba cuenta que su madre lo deseaba desesperadamente.

Quería tenerlo junto a mí, quería besarlo, tocarlo, sentirme nuevamente tocada por un hombre, pero no por cualquiera, sino por él, mi propio hijo. Eran muchos años de no sentir una verga dentro de mí y casi me volvía loca de deseos. El calzón, de solo pensar en él, estaba húmedo y me hacía más mal aun sentir esa presión entre mis piernas, así que me lo saqué. Me daba vueltas por mi cuarto, sin saber qué hacer, hasta que no sé por qué salí de él y me detuve frente a la puerta de mi hijo. Sentía adentro los grandes ronquidos de mi hijo, y mi corazón a punto de estallar. No sabía qué hacer, hasta que decidí despertarlo diciéndole que había escuchado unos ruidos en el patio.

Entré silenciosamente, la ventana estaba abierta y la cortina corrida para permitir que entrara más aire en esa calurosa noche. Casi se me sale el corazón al ver con la poca la luz que entraba desde la calle, a mi hijo estaba completamente desnudo con su tierno miembro dormido entre sus piernas. Era demasiado para mí, como mi hijo podía hacerme sufrir de esta manera. Con mi corazón latiendo en mis oídos, sigilosamente, tratando de no tropezar con la ropa botada en el piso, me fui acercando a él con mis ojos clavados en su hermosa verga descansando. Mis pezones endurecieron inmediatamente y sin darme cuenta mi mano automáticamente comenzó a acariciar mi cuerpo. Ardía en deseos, y mi hijo durmiendo no se daba cuenta que su madre estaba parada ahí al lado suyo, como hipnotizada con su cuerpo.

No me atreví a despertarlo, quería verlo detenidamente, mientras mis manos ansiosas y complacientes buscaban cada espacio de mi cuerpo, pero un movimiento de su cabeza, me hizo alejarme inmediatamente, casi tropezando con su ropa. Parada al lado de la puerta, vi que él seguía durmiendo y mientras mi cuerpo ya ardía en deseos. Con mis manos ya sin me levanté mi corto camisón y dejé todo mi sexo al aire, acariciando mis nalgas, pensando en sus manos. El aroma a macho que había en su cuarto era delicioso. Era un aroma muy exquisito que llegaba hasta lo más profundo de mí ser. Con mi mano acariciando mis vellos y mis nalgas nuevamente me acerqué a él, tratando de sentir de más cerca el aroma de su cuerpo.

Me arrodillé al lado de su cama y olí como su pene a solo centímetros de mí, expedía un olor que me enloquecía. No sé de donde saqué fuerzas para no tomarlo y llevármelo a la boca, para chuparlo desesperadamente. Solo quería olerlo, cada vez más cerca, hasta que mi nariz se acercó casi a un centímetro de él, llenándose de su olor. No podía creer lo que estaba haciendo, arrodillada al lado de la cama, con mi cara a pocos centímetros del sexo de mi hijo, aspirando su olor. Fue tanta mi cercanía a su miembro que por un instante y sin darme cuenta mi nariz rozó esa deliciosa piel, haciéndome estremecer. Vi que mi hijo no se movió para nada, y nuevamente me aventuré a repetir el contacto, pero ahora suavemente, muy suavemente con los labios.

Sentir ese tierno pene contra mis labios, me hizo temblar de placer. Mi corazón estaba a punto de estallar y mi acelerada respiración casi me ahogaba. Sabía que mi hijo tenía un sueño muy pesado y que por la hora, más los tragos que habría bebido, no despertaría, esa loca certidumbre y a mi incontrolable calentura me llevaron a arriesgarme un poco más y abrí la boca para atrapar delicadamente la verga atravesada de mi hijo entre en mis labios. Me quedé quieta así, como suspendida o congelada. Su tamaño era imponente y solo abriendo más la boca, pude tenerlo. Quise alejarme pero no pude, mi cuerpo no respondía. Miraba como él dormía como piedra. Confiada en lo pesado de su sueño, no sé en qué momento tuve el valor de tomar su pene con mis dedos y levantarlo un poco para que esta vez su glande quedase entre mis labios, mi idea era solo ponerlo dentro de mi boca, para luego irme a mi cuarto y masturbarme como loca.

Mi mano apenas sostenía ese pedazo fláccido pero tenso de carne, tratando de no apretarlo mucho, hasta que por fin logré levantarlo y comenzar a introducirlo a mi boca, tratando de no aprisionarlo sino solo introducírmelo entre el paladar y la lengua. Lo sentía muy grande, me decía a mí misma que ya era suficiente y que lo dejara, pero mi boca no quería que ese momento terminara jamás. Con toda la boca abierta y el miembro de mi hijo en ella, trataba de no tocarlo, pero mi saliva casi se caía y obligadamente tuve que cerrarla un poco para evitar que esta cayera sobre mi hijo. Con la boca cerrada, apretando lo menos posible el pene de mi hijo, mi saliva se fue juntando dentro de esta y no me quedó más opción que tragármela.

Al hacerlo le di la primera chupada al pene de mi hijo, que ingresó un poco más a mi boca. La sensación fue divina y ya sin saliva, volví a repetirla suavemente, una, otra, y otra vez, diciendo siempre que esa era la última, pero sin contenerme le daba otra más, y luego otra. La verga de mi hijo, al sentir esas chupadas comenzó a despertarse poco a poco, creciendo cada vez más, lo que aumentó mi calentura disminuyendo las ganas de sacármela de la boca. Sabía que era un locura y que mi hijo, de continuar así se despertaría, pero su verga me tenía hipnotizada y cada vez se la chupaba más fuerte, haciendo que esta se pusiera más y más dura, aumentando notoriamente su tamaño. Ya mi mano apenas contenía esa verga aprisionada y mi cabeza tenía que levantarse más para poder meterla en mi boca.

Sentí que mi hijo se movía, junto con un pequeño gemido, pero no tuve el coraje de soltar la presa que tenía en mi boca y ya entregada completamente al placer, le chupaba lo más fuerte que podía. En esos momentos ya nada me importaba, solo saborear ese miembro viril una y otra vez, cosa que no paraba de hacer. Otro gemido y una mano en mi cabeza me hizo darme cuenta que mi hijo comenzaba a despertarse. Al parecer el aun dormido no se daba cuenta que la mujer que tenía entre sus piernas, era su madre.

“Ahh… que rico lo chupas. ¡Mamá! ¿Eres tú?”

“Si hijo, perdona… ¡pero no puedo más!”

“Ahh, ¿pero qué haces mamá?”

“Perdóname hijo…” dije sin dejar de hacer lo que estaba haciendo.

Mi hijo finalmente había despertado, encontrándose con que la mujer que le mamaba tan desesperadamente el pene, era su madre. Un gran gemido y su cabeza hacia atrás, me confirmaron que recibía su aprobación y ahora con más ganas seguía y seguía chupándosela, ahora afirmando toda su verga solo con mi boca, ya que mis manos acariciaban su pecho y sus piernas. Ya entregada por completo a mis instintos, dejando atrás toda moral, me subí a la cama, sin soltar lo que tenía en la boca metiéndome entre sus piernas abiertas. Su verga había crecido a su tamaño máximo y por más que abría la boca y la metía lo más adentro que podía esta no entraba en su totalidad. Me imaginaba sentir eso dentro de mí y me volvía loca. Mi hijo acariciaba suavemente mis cabellos, mientras su madre, con su boca llena de su rígida virilidad carnal, al fin cumplía lo que tanto deseaba.

Sentí sus manos llevándome hacia arriba, besando su pecho llegué hasta sus labios y fundiéndonos en un apasionado beso, quedé sentada sobre su tremenda cosa, que casi me rompía y quemaba mi vulva, mientras sus manos me acariciaban descaradamente las nalgas, haciéndome estremecer. El comenzó a buscar mis grandes pechos, y yo, queriendo entregarme por completa a él, me levanté y me despojé de mi delgado camisón quedando sentada sobre él completamente desnuda. Sus manos se aferraron a mis tetas, manoseándolas de una manera exquisita. No aguanté más y las puse sobre su cara recibiendo un placer indescriptible al sentir como mi bebe me las chupaba fuertemente haciéndome temblar de placer, frotando su cara sobre ellas, lamiendo mis pezones, dejando aprisionada su cara entre ellas.

Aun sin estar penetrada el estar sentada sobre su miembro endurecido me tenía como loca, y me movía de adelante hacia atrás, frotando mi clítoris contra su dura verga. Ya no aguantaba más, quería sentirlo dentro, así que levantando mi culo, con una mano agarre ese grueso miembro y lo dirigí a la entrada de mi vagina. Casi me muero al sentir su dura verga entrando poco a poco dentro de mí. No podía creer como mi chucha era capaz de abrirse tanto para alojar perfectamente su verga que ocupaba la totalidad de mi húmedo sexo. Centímetro a centímetro iba entrando ese falo en mi chuchita adolorida, bajando cada vez más trataba de llegar al fin, sentía todo mi cuerpo lleno de verga y aun me faltaba más carne que meterme.

Igual sentía algo de dolor al sentirme penetrada después de tantos años, pero mi calentura era más fuerte y no me detendría hasta llegar a metérmela por completa. Casi la podía sentir que llegaba a mi estómago, hasta que por fin quedé completamente empalada sobre él, con todo mi cuerpo repleto de su pene. Me sentía en el cielo, y apretando mi chucha, lo sentí perfectamente todo adentro. Lentamente fui subiendo sacando ese miembro duro y grande de mi interior, para volver a sentarme sobre él y sentir una y otra vez esa rica y a la ves dolorosa sensación de penetración total. Ya acostumbrada a su tamaño, casi sin dolor, comencé a moverme de arriba abajo, quedándome sentada con todo eso metido, mientras mi hijo, con sus manos en mis nalgas me hacía mover de lado a lado.

Nuevamente lo besé, quedando con mi cuerpo doblado sobre él, con mis tetas aprisionadas con su pecho y sin moverme, sentía como levantaba su culo, penetrándome de una forma exquisita. Me sentía completamente llena, y comencé a gemir en su oído, haciendo que él se excitara más aun, aumentando la fuerza de sus puñaladas de carne. Luego me hizo sentarme nuevamente. Esta vez apoyé mis pies en la cama y sentada como si estuviese meando, con mis manos apoyadas en mis rodillas, comencé a subir y a bajar, enterrándome todo su miembro. Mis grandes tetas subiendo y bajaban golpeándose contra mi cuerpo, mientras mi hijo con unos ojos completamente abiertos, veía como su madre se llenaba de él. Todo fluía como en un ballet de locura incontenible.

Mis piernas comenzaron a cansarme y en un breve descanso que hice, mi hijo me acostó de espaldas y se subió sobre mí, besándome apasionadamente con sus manos en mis nalgas. No podía creer que al fin lo tenía ahí, desnudo, sobre mí, acariciándome, tocándome, chupando mis tetas, con su tremenda verga, gruesa y dura chocando mis piernas. Se arrodilló entre mis piernas abiertas, y con sus manos levantaron mis piernas por el aire, dejando todo mi culo expuesto. Con solo una de sus manos, me tomo de los dos tobillos, y me mantuvo en esa posición. Sentí como con la otra mano me acariciaba mi sexo, y la entrada de mi agujero.

Era como una niña ante la gran fuerza de ese macho que era mi hijo. Entregada completamente a él, con mis piernas en el aire, todo mi culo a su disposición, sentía como sus dedos jugaban con mis dos entradas. Reconozco que sentí miedo de que me penetrara con semejante cosa por el culo, y le pedí que por favor no me la metiera por ahí. Él me metía uno de sus gruesos dedos por la chucha y cuando lo tuvo bien mojado, me lo llevó al ano, penetrándome lentamente. En esa posición, con mi ano completamente abierto fue metiendo su dedo poco a poco. La sensación me encantó, ahí me di cuenta, que ni en sueños podría meterme su cosa por ahí. Él estaba extasiado viendo como tenía a su madre, con su dedo hurgueteándole el culo. Luego lo sacó y colocándose en posición me volvió a penetrar.

Nunca me había sentido tan objeto. Era un juguete para mi hijo, con mis piernas completamente en el aire, me tenía a su disposición para penetrarme por donde quisiese. Pero sentirme así de vulnerable, incluso con algo de miedo por lo que él me pudiese llegar hacer, también me tenía enloquecida de caliente. Me sentía como una puta, como una ninfomaníaca, degenerada, pervertida. Sin soltarme los tobillos, con todo mi culo expuesto, me hijo me llenaba de verga una y otra vez, haciéndome gritar de placer.

Con que facilidad me sostenía en esa posición, mientras con su mano libre, me manoseaba fuertemente las tetas o me daba palmazos en las nalgas. Luego me puso de lado y me tuvo tal cual como la primera noche que pasamos juntos, con la diferencia que ahora estábamos desnudos. Su cuerpo apoyado en mi espalda, una de sus manos apretándome las tetas y con la otra masturbándome, más su gruesa herramienta entre mis piernas.


Mature Women are waiting for You!
En ese momento entramos en un dialogo depravado entre gemidos, quejidos y grititos ahogados.

“¡Como me excitan tus tetas mamá!”

“¡Vamos sigue no pares!”

“¡Te voy a follar toda la noche!”

“Hijo, ¡tómame por favor! Ya no resisto más, ¡soy toda tuya!”

“¿Te gusta sentir a tu hijo tocándote?”

“Ooh sí, pero por favor… ¡métemela que quiero acabar!”

“Tengo una madre muy caliente… ¡cómo me gusta!”

“¡Dame por favor, quiero tenerte dentro mío! ¡Ay Hijito!”

“¡Así!”

“Ahh ¡Así hijo, así!… ¡si soy tuya… tu puta! ¡Métemela cuando quieras!”

“¡Mira cómo te la meto! ¿Sientes cómo te la meto? ¿La sientes mamá?”

“Ahh hijito… me llenas completamente.”

“Dime que te gusta sentir la verga de tu hijo metida hasta el fondo, ¡dímelo!”

“Ahh sí… me encanta sentirte dentro hijo… te deseaba… ahh… la tienes muy rica hijo mío… me moría de ganas de estar así contigo.”

“Ahh…que más… dime...”

“Quería sentir tu pene en mi boca… chupártelo como lo hice… ¡ahh!”

“Ahh sí, lo chupas muy rico… ¡que más! ¡Dime!”

“Quería sentir tus manos en mi cuerpo… apretándome los pechos.”

“¡Tus tetas madre! ¡Tus tetas! ¡Querías que te chupara estas tetas!”

“Ahh sí… Mis tetas… ¡Chúpame las tetas!…¡Chúpamelas tetas hijo mío…”

“Mmmm que ricas las tienes mamá… que grandes… ahh tus pezones duritos… ¡déjame chupártelas!”.

“Sí… hazlo… pero no dejes de metérmela… ¡me encanta sentirte dentro!”

“Estas muy rica madre… ¡te culearía toda la noche!”

“¡Ay hijito¡… ¡Me matas!… me vas hacer acabar... ¡me tienes hirviendo!”

“Dime que sientes… ¡me calienta escucharte!”

“Ahh… ¡me tienes muy caliente!… ¡Me tenías muy caliente!… ¡me masturbaba pensando en ti! Me tocaba pensando en ti.”

“¡Uhh! Sigue… ¡que me calientas! ¿Dónde te masturbabas?”

“¡Mientras me duchaba me tocaba pensando en ti! Ahh… ¡no pares... métemela más hasta el fondo! Así, así, así… ¡Me imaginaba tu verga dentro de mí! ¡Así como ahora!”

“Ahh… ¡te metías los dedos en tu concha! ¿Te tocabas las tetas?... ¡dime más!”

“Me imaginaba tus manos tocándome… ¡hijo voy a acabar! ahh te siento entero dentro de mi…”

“¡Ahh!… ¡Dime más!… ¡Te voy a llenar como querías!”

“¡Me imaginaba tu leche en mi cuerpo! Ahh ¡como ahora! Siento tu leche llenándome hijo. ¡Eso! ¡Estas acabando! ahh… ¡Me matas!”

“¡Ahh! Ya mamá… ¡acaba! ¡Mama que rico te mueves! ¡Siente como te lleno de semen!”

“Ahh… ¡siente como acabo! Todos esos jugos son por ti hijo, ahh.”

Mi hijo me puso boca abajo y apoyado en sus brazos a mi lado, me penetró una y otra vez. Mi orgasmo no cesaba y sentía la chucha repleta de verga y semen. ¡Me moría de placer sentirme en esa posición con la verga de mi hijo entrando y saliendo rápidamente! Aun después de haber acabado mi hijo aun la mantenía dura como roca, y yo aún seguía caliente. No sé cuánto rato me habrá culeado en esa posición, pero fue mucho, hasta que se salió de mí, con su verga fláccida y tierna, acostándose a mi lado y acariciándome suavemente las nalgas con su mano. Me sentía muerta de placer, envuelta en un sueño, una fantasía que no quería que terminase nunca.

Mí orgasmo había sido monstruoso y mis fantasías con el habían quedado muy cortas en base a todo el placer que sentí. Lo vi dormir por largo rato, aun no podía creer lo que acabábamos de hacer. Me parecía increíble que ese bebe que alguna vez estuvo en mi vientre, se hubiese transformado en todo un hombre, y yo, su casta y pura madre solitaria, en la hembra de turno por esa única noche.

Leave a Reply