Qué no hacer en Navidad Terapia para una Navidad feliz

Otra vez llegó, como cada año, la temporada que muchos aman, otros temen y muchos más dicen amar pero ni siquiera entienden. Navidad, y otra vez las reuniones familiares, las cenas de empresa o con amigos, las musiquillas repetitivas, muérdagos, abetos, lazos rojos y aspecto de felicidad obligada. Hay que preparar encuentros, evadirse de otros tantos, buscar regalos, gastar dinero ¡Espera!

¿Por qué?

¿Quién dice que la Navidad tiene que ser una festividad religiosa? ¿Quién dice que tiene que ser un festejo comercial? ¿O, porqué reunirse con quien no apetece? La gente que se lo pase bien celebrando de esa manera, bien por ellos, que lo disfruten. Pero, si tú no puedes o no quieres verla así, también puede verse como la válvula de escape de una enorme olla a presión. La olla es la vida durante todo un año, con sus novedades, sus monotonías, sus prisas, sus problemas, la gente odiosa y la gente que llega y se va. Es esa olla que has ido cargando como a la espalda, y que amenaza con hundirte, día sí, día también.

Pero está válvula, la excusa, el pretexto para parar, para mirar alrededor, para preguntarte a ti misma qué estás haciendo con tu vida, qué tiene importancia y que no. Mucho mejor si la puedes llamar “vacaciones de verano”, pero lo más seguro es que eso no haya sido más que un ensayo de paraíso que no siempre salió como esperabas. Así que ¿por qué no llamarlo Navidad?

¿Qué no hacer en Navidad?

No te resistas a los adornos en profusión, los arbolitos artificiales o naturales y cargados de luces y espumillón, las bolitas de colores, angelitos y belenes, Santa Claus o Papá Noeles más o menos cargantes. No te resistas,  pero tampoco te dejes embrujar. Solo deja que giren a tu alrededor, que hagan su labor, la que quiera que sea. Tú solo relájate, sonríe como boba, deja salir esa presión; no la niegues, está dentro de ti.

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Navidad, ¿está usted preparada?

No te tomes la Navidad como la hora de entrar en un ritual. Acuérdate de cuando eras niña, quítale la paja al recuerdo, quédate con el sentimiento de íntima alegría, de alegría por razones tan simples como ver felices a los que quieres, estar con gente que no ves el resto del año, sentirte acogida y en paz. Y, si no hay momentos así en tu vida, ¿a qué esperas?  ¡Créalos para ti este año! Es tu terapia, tu válvula de escape de esa presión monótona o llena de inseguridades y sobresaltos. Deja de hacer lo mismo de siempre, y prepara un día al año ¡solo un día!, especial. Y disponte a que nada ni nadie te lo nuble.

No te agobies con los preparativos, con la búsqueda de regalos, con cómo mengua tu presupuesto mensual por culpa de los gastos extra. Echa mano de tu ingenio para regalar cosas emotivas, escribe notas a los tuyos con aquello que jamás has dicho y te gustaría decir, regala solo a quien desees regalar, olvida compromisos y apariencias…O asúmelas con el mejor humor y paciencia en vez de resignación.

¿Qué hacer en Navidad?

Aunque el tipo pelmazo de todas las reuniones se ponga más pelmazo que nunca, aunque la comida no esté perfecta o falte más alcohol, que ni falta que te hace. Aunque no estén todos ni todas las personas que querías ver, aunque no haya lo mismo que otras navidades. Tú estás de terapia, respira profundo, sonríe, aférrate a la vida. Abraza, halaga, consuela, besa, no por los demás, sino por ti. Ellos te lo agradecerán.

Regálate un día sin auto reproches, sin culpabilidades, sin rencor hacia nadie o hacia nada. Intenta responder a todas las sonrisas, olvidar todas las penas, perdonar todas las deudas. Un día, solo un día. Recuerda, es el día de soltar carga, te lo mereces.

Emborráchate tan solo de aire libre, de risa tonta, de buen humor, de sensibilidad hacia los demás. Y, si te vence el llanto, llora y luego lávate la cara y ponte a hacer monerías frente al espejo. Verás como la presión sigue saliendo. En Navidad, solo porque es Navidad… ¿Qué más da?, en alguna fecha tienes que hacerlo. Por tu bien.

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