Triste dulce Navidad

Cada vez para más personas la Navidad pierde su brillo alegre, suplantado por el brillo artificial de los neones y el consumismo extremo. Y, en esta época de crisis económica, con carencias y familias que se separan, el número de tristes y nostálgicos es mayor. Todo el mundo ha perdido a alguien con quien celebraba en el pasado las Navidades alegres; o esas personas se han ido distanciando y se las añora.

Es posible que el motivo de la melancolía sea no tener un trabajo o más bajo nivel adquisitivo que antes. O que, simplemente, no se comparta el sentido religioso de las fiestas navideñas. Lo cierto es que no para todos la Navidad significa amor, alegría o paz emocional.

Para esas personas a las que incomodan estas fechas y el ambiente festivo y casi obligado que se respira, escribo estas reflexiones. Espero que les ayuden, por lo menos, a tener otro punto de vista desde el que elegir qué navidades prefieren.

Tristeza y Navidad

Comencemos reconociendo que, quienes dicen aborrecer la Navidad, tienen algo que les duele en su interior, todo el año.

Por mucho que se crean superadas las penas del pasado, por mucho que se culpe de ese rechazo a la superficialidad de las fiestas, a la comercialización de esos días, en principio entrañables y familiares, negarse a celebrar cuando todos celebran es reconocer que algo entristece o endurece el corazón. La soledad y el modo de hacerle frente suele ser uno de esos motivos. O el miedo a ser rechazado por determinado grupo de personas. Ese es el caso de muchas personas del colectivo LGBT: evitan las reuniones familiares, por temor a ser objeto de comentarios homófobos o bromas de mal gusto, por causa de su orientación sexual.

La Navidad no es triste ni alegre, la Navidad la hacemos nosotros, y podemos reinventarla a nuestro modo o podemos quedarnos en el lamento y la añoranza de lo que “debía ser y no es”.

Pero, ¿qué es la Navidad, y por qué hay que celebrarla? Bueno, ¿y si contestamos a esa pregunta diciendo que puede ser lo que cada cual desee que sea? Imaginen que no es la celebración de una fecha religiosa, ni la obligatoriedad de estar contentos o de reunirse con ciertos familiares que nos desagradan. Imaginen que son las vacaciones de cualquier obligación que podamos tener. Son días para meditar en nosotros mismos y con nosotros mismos. Días para darse cuenta de quién está a nuestro lado y de si valoramos suficientemente esa relación de amistad, amor o fraternidad. Un tiempo de reflexión sobre el valor que le damos a la propia vida, a la salud que aún tenemos, al bienestar que podemos disfrutar todavía ¿Tampoco celebrarían eso?

Read this hot story:
6 regalos de Navidad para tu pareja

Disfrutar la vida

Personalmente y desde hace unos años, concibo la Navidad como los días en que dejo de entretenerme y ocuparme tanto de mis asuntos, y me ocupo más de mí misma y los míos; de lo que auténticamente deseo y ellos desean; de las emociones y sentimientos que nos unen y no tanto de las tareas.

No es que el resto del año se pueda una despreocupar, pero ese es el tiempo de recordar el afecto mutuo, de homenajear a los amigos por soportarnos, de recordarle a los padres o los hermanos que se les quiere, de compartir más tiempo con los hijos o con la pareja, a pesar de todo y de todos. Pararnos, detener la marcha frenética que llevamos habitualmente, no para que el cuerpo descanse, sino para que descanse la mente, para que surjan los sentimientos, para darnos cuenta de que estamos vivos y de que, la vida, o la disfrutas o no es vida.

Muchas personas dicen que, en Navidad, se sienten mal porque notan la falta de seres queridos que ya no les acompañan. Es algo muy duro sentir esa nostalgia, pero ¿acaso no recordamos en otras fechas a los que ya no están? ¿Pensamos que, a esas personas, les gustaría haberse convertido en lo que frena nuestra alegría de vivir? ¿Porqué quedarse anclado en la tristeza de ese pasado, en lugar de que ese recuerdo de tiempos mejores nos anime a crear otros nuevos? ¿Qué se gana con el sufrimiento, si no nos devuelve lo que perdimos?

Disfrutar la vida no es, necesariamente, pasarlo bien a cada instante, como la Navidad no consiste en borracheras, comilonas o rezos. Disfrutar la vida puede ser un minuto de doloroso recuerdo, que acaba con una sonrisa agradecida por haberlo vivido. Y, a continuación, llamar a una amistad o a un familiar al que no se ve hace tiempo, para ver si es posible crear buenos nuevos momentos junto a esa persona, por ejemplo. O acercarse a la nueva amistad o a quien necesita afecto o apoyo y obsequiarles con nuestra atención.

Disfrutar la vida es abrirse a llenarla de nuevas experiencias y nuevos sentimientos, que pueden ser sencillos o desconocidos para nosotros, pero que nos aportarán otra mirada al estrecho mundo que creemos tener.

Reinventarse, volver a avanzar, es elegir vivir. Y, ¿porqué no reinventar la Navidad a nuestro modo, para empezar?

Leave a Reply