Una Experiencia Excitante

Conocí a Laura por medio de Jorge, un amigo en común. Realmente fue un lindo comienzo, yo venía de una gran desilusión, estaba algo triste, y descorazonado. Entonces, un soplo de aire fresco entró en mi corazón, Laurita era le persona exacta.

 

La invité a cenar, y en un restaurante nos dimos cuenta que algo nacía entre ambos. Quedamos de encontrarnos en próxima cita. La noche no podía ser mejor, estábamos ansiosos, algo nerviosos, luego de una prolongada y afectuosa charla donde dominó el buen humor y las risas alegres, nos encontró de pronto dándonos unos dulces besos. Así nacía una hermosa relación. Mi corazón latía con fuerza.

Debo decir de Laura, algo baja, muy lindos ojos, aspecto juvenil, encantadoramente sensual. Lindas piernas y generoso trasero. Treinta y tantos, muy bien llevados, invitadores pechos… En fin, una hermosa mujer.


Cuando subimos a mi auto, vislumbré sus tentadoras rodillas al sentarse. De pronto tuve una erección. Hacía un tiempo que no tenía sexo, y no pude contener mi ansiedad. Me acerque tomé su cara y acerqué mis labios a los suyos. Nuestras bocas se unieron en un ansiado y largo beso, nuestras lenguas se buscaron con frenesí, y mis manos buscaron afanosamente sus turgentes pechos. Abrí su blusa y me incliné a besar sus duros pezones.

Ella enmarañó mi cabello plena de excitante lujuria, estábamos abrazados, y con ansias bajé mis manos a su dulce sexo, humedecido de deseo y sensualidad… toqué su clítoris duro, respingadito, y mientras sellaba su boca con ardientes besos comencé a masturbarla. Respondiendo con tiernos gemidos de placer, luego en silenciosos acuerdos nos separamos y direccioné a mi departamento de soltero.

Allí en el ascensor nos comíamos con ardiente furias de enamorados y ardientes amantes. Apenas cerré mi puerta con loca desesperación bajé su corta pollera, le despojé su encantadora y diminuta bombacha, besé su pancita mientras sus manos movían mi cabeza. Lentamente y con amor puse mi boca en su caliente vagina. Mis dedos apartaron su ricos y rizados pelitos buscando sus tiernos labios. Su vulva me mojaba mis labios y mi cara, en vaivén de tierna pasión la sentí acabar. Bebí sus jugos, su cremosa y blancuzca leche.

Nos rendimos en apasionados y candentes grititos, mi pene erecto, inflamado de rojo calor derramó en su vestido la savia largamente contenida. Esa noche fue inmensa… sentada en mi pecho, buscando mi duro y tenso pene, lo entró en su divino tesoro hambriento de sexo. Cabalgó con brioso empuje, apreté sus mansas tetitas, su boca se arrimó a la mía, su culo esperaba, mis manos apretaban sus redondas nalgas, sus cachetes se abrían en eterno convite.

Una y otra vez sentía sus húmedos fluidos, sus dedos tocaron mi dilatado ano y en un impetuoso deseo me puso su dedo, sentí algo delicioso. Mi pene brincó, y de pronto, montada en mi pecho, lanzando un suspiro, me dijo: “Amor, amor, ¡dame todo!” Un chorro caliente, inundó sus entrañas. Rendidos y en éxtasis quedamos adormecidos de placer y amor.

Pasaron los días, nuestros dulces encuentros llenos de cariños, mimos y alegre complicidad se alternaban en ardorosos encuentros. Buscábamos nuevos placeres, ella dueña de mi cuerpo y yo amo del suyo. En algunos momentos de sexo y lujuria después de bañarnos y listos para el amor empezaban los besos. Una pose me encantaba, la de el “perrito” a ver sus blancas y hermosa nalgas, y dentro como escondidito su invitador ano rosado, entonces mi excitación hacia cumbre. Lentamente y con toda la dulzura del mundo mi dulce Laura me ofrecía su redondo y hermosos trasero.

Mi empinado y duro mástil, copioso de gel y su encantador ano acariciado por mis dedos se iba dilatando, ¡ansioso esperaba! Y ella con delicada ternura guiaba mi duro glande y como una ceremonia de lujuria lo introducía en su anhelante ano, empujando y gimiendo lo recibía. Mi pelvis chocaba con furia sus nalgas, le entraba y salía en candente ritmo. Mi afiebrado y duro pene empujaba con firme cadencia, nuestros gemidos se confundían en un solo gemir… y de pronto… el tiempo se detenía.

Ya llegaba el más lindo, largo y caliente orgasmo. Sentía latir mi tronco ante cada chorrito de semen, y ella sentía llena de enternecido amor que su dulce cuenca se invadía de brillante semen. Luego sus manos acariciaban su enrojecido culito sacando gotas de mi leche y con divina alegría bebía su boca llena de blanca vida… ¡Era la felicidad completa!

Cierto día me dijo: “Raúl, quiero ir a ver la exposición de Alexandra, donde se exhibirán elementos eróticos. Tengo curiosidad.”

Allí fuimos un día sábado de tarde. Al entrar, en un gran salón, bien iluminado nos encontramos con la más variada colección de objetos sexuales. Grandes, medianos y chicos penes, vibradores, vaginas artificiales, un sinnúmeros de elemento y aparatos eróticos. Lencería, y un mundo de sadomasoquismo, y otra sorpresa… Había más mujeres que hombres. En un momento dado Laura se encontró con una amiga, Claudia; una bonita rubia, y con complicidad salieron a ver todos los “aparatos.”

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Paraisos Perdidos-1

Las esperé gustando un café. Al rato llegaron hablando y entre risas se contaban cosas, Laura traía en sus manos un paquete que me intrigó en el momento. Me miró con picardía y después de llevar a su amiga fuimos directo a casa. Tenía gran curiosidad de que era lo que había comprado.

Entonces después de la cena nos bañamos y enfilamos a nuestro cuarto, ella con el misterioso paquete… Luego de besarnos intensamente y acariciarnos ella me dijo: “¡Amor hoy es el día!”

La mire intrigado, ya muy excitados por los previos juegos atrajo el paquete, lo abrió y mi sorpresa no tuvo límites. En ese misterioso paquete había un arnés y un vibro-pene de 17 centímetros, aproximadamente.

– “¿Y esto?” Le pregunte.

– “¡Esto es el nuevo jueguito!” Me dijo, “amor, hoy serás mi HEMBRITA, y yo tu MACHITO.”

– “No amor,” le dije, ¡NO! Soy celoso guardián de mi virilidad.”

– “Mi vida, ¡tú me sodomizaste! Entonces ahora yo quiero penetrarte. Quiero que seas mío, total y absolutamente.”

Entonces pudo más mi lujuria y deseo de sentir algo nuevo que me dispuse al juego. En un momento se ató el arnés con el pene de erección eterna y con dulces besos me empezó a untar con gel mi ahora ansioso culo. Mi pene había adquirido una dureza singular. ¡Yo estaba lleno de excitación! Con amorosa suavidad me puso bajo mi vientre una almohada quedando mi culo en una posición muy erótica… bien paradito.

Ella me introdujo primero sus dos dedos bien lubricados. Puso en su dulce vagina algo de gel, se tocó su hermosa conchita, y se dispuso a jugar en mi cola. Ya en posición, me preguntó si estaba cómodo. Le dije que sí, ansioso, y empezó a guiar con sus manos ese pene duro, entrándome poco a poco y sentí una sensación nueva.
– “No amor, me arde…”

 

Entonces empujó con fuerza y me penetró totalmente. Sentí algo distinto, empezó a darme con suave vaivén, mi pene se endurecía cada vez más. Ella seguía el hermoso y placentero juego mientras que con una mano me agarró la dura viga comenzando a pajearme con una desesperada excitación, sentía su respiración agitada de tanto goce y sentía un placer nuevo. Mi novia me estaba desvirgando, mi culo estaba súper dilatado mientras me entraba y salía, y entonces en fuerte arremetida me entró con más fuerza.

– “Mi amor acabemos juntos,” decía mientras su mano me mecía el glande en fuerte apretón.

¡Me estaba viniendo en un gran orgasmo! El más hermoso y espléndido que tuve en mí vida. Mientras Laura seguía empujando sin sacarlo, me vine nuevamente. Ella ahora se masturbaba, ponía sus dedos en su concha babeante de dulce licor. Habíamos tenido la más excitante e inesperada fantasía. Mi novia me había hecho gozar con vigor de una experiencia inolvidable. Mi culo recibió un inesperado regalo.

Luego al paso de los días alternábamos yo le introducía ese “compañerito” y luego probamos la doble penetración. Le daba con el vibrador por su lindo culito y mi sable le entraba en su ardiente vagina. ¡La felicidad completa!

Cambiábamos de roles, yo me ponía su hilo dental, diciéndole: “Venga mi Machito, chúpeme el clítoris,” y su suave lengua me acariciaba.

Luego ella me decía: “Mi hembrita chúpeme esta verga,” y presuroso le hacía un cunnilingus de locura.

La verdad es que seguimos gozando hasta ahora con mucha felicidad el “Cambio de roles.”

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